La UNAM, a través del Instituto de Investigaciones Jurídicas (IIJ), cuenta con la Clínica Jurídica de Pueblos Indígenas, un espacio de articulación entre estudiantes, comunidades y personas defensoras para robustecer las estrategias de promoción y protección de los derechos humanos, a partir de la realidad cotidiana y las necesidades de la población originaria.
Durante la presentación de esa instancia, la directora del IIJ, Mónica González Contró, destacó que fueron varios meses para la concreción del proyecto, teniendo presente a quienes han dado su vida por la defensa de las garantías fundamentales y los recursos naturales; “ellos han sido la semilla que hoy brota en esta Clínica”.
Esto nos obliga a comprometernos de una manera más activa con la realidad, a cuestionar cuáles son los resultados, los impactos que nuestra investigación tiene en la vida de las personas en un país con condiciones históricas de desigualdad, injusticia y muerte, resaltó.
México, señaló la universitaria, es una nación peligrosa para los defensores de las garantías fundamentales y de los territorios, para quienes deciden alzar la voz para cuestionar el sistema o las injusticias, por el sistema político que hemos tenido y ahora también por la delincuencia organizada y los intereses económicos.
El IIJ ha estado comprometido con la lucha por esas garantías y con realizar investigación en el tema. Ahora se abre una gran oportunidad para vincularnos, pero también para cuestionar “nuestro propio quehacer, o las estructuras jurídicas, sociales y económicas que nos han conducido a la situación actual”.
Hacen falta herramientas para soñar cómo podemos construir otras estructuras donde cambiemos nuestra forma de ver el mundo, porque no tenemos un “planeta B”. “La Clínica puede generar modelos de relación nuevos, de ver la vida, los recursos naturales, el país y el planeta de manera distinta. Esta Clínica puede ser un espacio para que ese proyecto pueda cristalizar y crecer todos juntos”, apuntó.
Al hacer uso de la palabra, el abogado general de la UNAM, Hugo Alejandro Concha Cantú, mencionó que la construcción de la comunidad universitaria debe corresponder a las realidades de las diferentes regiones, idiomas, culturas e identidades que configuran a México. “La Universidad debe ser pluricultural no sólo en su integración, sino en los objetivos que persiga para fomentar y fortalecer esa pluriculturalidad”.
Siendo crisol de pensamiento, posturas, conocimientos, formas de vida y mundos posibles, esta casa de estudios debe ser efectiva y generar puentes de comunicación para buscar el diálogo con quienes se ven afectados de maneras múltiples por violencia, pobreza, desigualdad, exclusión, discriminación y el propio devenir de la historia, subrayó.
Es urgente, opinó, generar un acercamiento entre el conocimiento occidentalizado y los de los mundos indígenas, tarea que inició a partir de los orígenes del mestizaje y que requerirá esfuerzos mientras en la sociedad continúen las enormes brechas de desigualdad y de separación de comunidades y grupos sociales.
Concha Cantú explicó que las clínicas con espacios de enseñanza y aprendizaje, de manera activa, donde el estudiantado conoce y trabaja casos reales, directamente conectados con el contexto social. Permiten un entrenamiento previo que habilita para el ejercicio profesional; además es una opción a la educación tradicional.
Las jurídicas son laboratorios que exploran las alternativas para superar barreras legales e institucionales en el acceso a la justicia de grupos en desventaja, y buscan constituirse en actores o instrumentos de cambio y potencialización social.
“No hay lugar mejor que un Instituto dedicado a la investigación para lograr el diálogo y la construcción de conocimiento”; esta Clínica es un medio para fortalecer la función social de la Universidad, enfatizó el abogado.
De acuerdo con el investigador del IIJ, Rodrigo Gutiérrez Rivas, la Clínica tiene órganos para su organización interna. Uno de ellos es el Consejo, de conformación fundamentalmente indígena y femenina, así como de académicos, que orienta y guía las acciones.
Claudia Ignacio, purépecha, defensora de derechos humanos y del territorio, e integrante indígena del Consejo, refirió que ese espacio es de colaboración y participación, en donde las comunidades, junto con personas abogadas, buscan construir herramientas y soluciones adecuadas; queremos que nos digan qué instrumentos requieren y, de esta manera, formar equipos en la búsqueda de soluciones.
Expuso que dicho órgano está formado por nueve personas vinculadas con los procesos de defensa de derechos humanos, a partir de los ámbitos académico o comunitario. “No queremos llegar como ‘salvadores’ a decir que se van a solucionar los problemas; nos interesa que exista un proceso de corresponsabilidad”.
También nos parece importante el tema de la “acción sin daño”: sabemos por experiencia vivida lo riesgoso que es la defensa del territorio y de los derechos humanos, y en ese sentido vamos a cuidar a los equipos para que cuenten con los elementos que reducen ese riesgo, precisó.
La Clínica tiene el enfoque de la interculturalidad, y se entiende como un espacio de diálogo de saberes, donde confluyen actores de origen diverso. El cobijo del IIJ es importante; trae un actor nuevo a la escena que permite pensar en nuevas estrategias para visibilizar e incidir en las problemáticas de los pueblos, abundó.
Claudia Ignacio comentó que se han recibido llamados de comunidades y hay una agenda de entrevistas con personas que solicitan el apoyo de la instancia universitaria. “La meta inicial es tomar cinco casos, y luego crecer”. Esto va a tener un efecto multiplicador.
En tanto, Leydy Pech, activista de origen maya y ganadora del 2020 Goldman Prize Recipient North America, calificó este acto como un momento histórico que se ha construido a partir del esfuerzo de los pueblos indígenas que luchan y defienden su territorio.
“Esta es una gran oportunidad de aportar nuestra voz, nuestro conocimiento, en la construcción de esta Clínica, que es una esperanza, como también lo es la justicia”. Representa también la posibilidad de edificar un proceso de diálogo, escucha, de entender otras formas de vida.
Es importante que nuestra voz, la de los pueblos indígenas, esté aquí, en la construcción de un nuevo camino de esperanza que podría replantear una novedosa forma de defensa de los derechos. “Las comunidades solas no vamos a lograr la anhelada justicia; necesitamos esta integración de conocimientos y herramientas para acceder a ella”.
Como parte de la presentación de la Clínica se realizó una ceremonia de ofrenda, guiada por Anabela Carlón, de la tribu yaqui.