En el Pabellón Nacional de la Biodiversidad, a cargo del Instituto de Biología de la UNAM, se realizó la primera subasta lúdica en la cual se nombró a cuatro nuevas especies para la ciencia de los insectos conocidos como “cara de niño”.
Luego de la “puja”, donde participó el público asistente, se estableció que las especies nuevas originarias de Michoacán, Querétaro, Tlaxcala y Ciudad de México llevarán por nombres: Stenopelmatus purepecha, Stenopelmatus sierragordensis, Stenopelmatus tlaxcalli y Stenopelmatus chilango, respectivamente.
Alejandro Zaldívar Riverón, investigador del IB, resaltó que esta actividad se realizó con fines de divulgación para la conservación de especies, y difundir el conocimiento acerca de nuestra biodiversidad.
El científico alertó que de 1970 a 2018 se ha perdido aproximadamente 69 por ciento de las poblaciones de especies habitantes del planeta, principalmente animales, plantas y hongos. La situación es aún más alarmante en América Latina, donde la cifra es de 94 por ciento.
En cuanto a los insectos, detalló: aunque se desconoce cuántas especies existen, ya que solo se han descrito un millón, se calcula que pueden ser de cinco a 30 millones. A esa labor titánica se añade que hay pocos especialistas dedicados a descubrir y describir la biodiversidad.
En los últimos años, refirió, en el IB y la Colección Nacional de Insectos “hemos utilizado diferentes tipos de herramientas, no solo estudios morfológicos, sino a nivel genético, para acelerar ese proceso. Así, hace cuatro años comenzamos a trabajar con estos animalitos conocidos como ‘cara de niño’, cuya reputación es muy mala”.
Zaldívar Riverón expuso que este género de organismos tiene una distribución amplia, desde el norte de México hasta Panamá y Ecuador. Son considerados venenosos y se cree que destruyen jardines, pero es falso. “Es necesario desmitificarlos, ya que, por el contrario, son benéficos: son omnívoros, ya que comen materia vegetal y son reguladores naturales de poblaciones de otros invertebrados”.
Junto con sus estudiantes, el científico se ha dedicado al estudio de estas poblaciones del centro de nuestro país. “Encontramos que lo que se consideraba una sola especie de ‘cara de niño’, en realidad eran varias especies no descritas”.
Los alumnos del investigador realizaron el trabajo principal de descubrimiento y descripción de las nuevas especies. La bióloga Paola Xanath Ruiz Mendoza y el maestro en ciencias Miguel Ángel Suastes Jiménez desarrollaron los estudios moleculares a nivel mitocondrial, así como una revisión taxonómica con base en información morfológica, respectivamente.
La joven científica confirmó que en el centro de México por lo menos hay nueve especies diferentes, la mayoría de las cuales no estaban descritas; mientras que Suastes Jiménez revisó las características morfológicas y al compararlas halló diferencias principalmente en los genitales de los machos.
Ahora, dijo Zaldívar Riverón, el siguiente paso es darles un nombre científico, latinizado y con base en el sistema binomial (usado desde el siglo XVIII), que incluye género y especie.
Suastes Jiménez mencionó que la especie de Michoacán se descubrió cerca de la ciudad de Morelia, a una altitud relativamente elevada, dos mil metros. La de Querétaro fue hallada en la Sierra de Gorda, en una región de bosque de pino-encino, y cabe mencionar que fue el único ejemplar macho que se encontró (los “cara de niño”, por lo general, permanecen bajo tierra y únicamente salen a la superficie cuando las lluvias inundan sus cavernas).
La especie nueva de Tlaxcala también está presente en el Estado de México y es parecida a la del Valle de México, pero genéticamente diferenciada. La de la Ciudad de México, destacó Zaldívar Riverón, a pesar de que es resistente a la presencia humana ha disminuido sus poblaciones por la pérdida de hábitat, el uso de pesticidas, entre otras causas.
Durante la subasta, el profesor de la Facultad de Ciencias y experto en temas de conservación, Juan Carlos Sánchez Olmos, fungió como subastador. Señaló que este tipo de actividades tienen poca tradición en nuestro país, y generalmente se asocian al comercio de arte.
En algunos casos, como podría ser este, se buscaría recaudar fondos para una causa, como el fomento a la investigación, lo cual podría ocurrir en un futuro. En otros países, se ponen a la venta los nombres de las especies. “Personas acaudaladas fundan museos, otras apoyan equipos de futbol y otras podrían comenzar a apoyar a la ciencia”, concluyó.