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LA FIESTA DE LA SANTA CRUZ O EL MÉXICO POSREVOLUCIONARIO.

porRedacción

Nov 9, 2022

Los inicios del muralismo mexicano no pueden entenderse sin la figura de Roberto Montenegro, artista nacido en Guadalajara, Jalisco, el 19 de febrero de 1881. Para Rebeca Barquera, doctora en Historia del arte y profesora en la Facultad de Filosofía y Letras, el pintor “es un personaje muy importante. Tiene una formación que lo acerca a la pintura del paisaje, a la experimentación con técnicas pictóricas –como la acuarela, el pastel– y es parte de un grupo de estudiantes que se forma alrededor de Félix Bernardelli, un artista llegado de Brasil. En ese grupo estaban también Jorge Enciso, el Dr. Atl, José María Lupercio –fotógrafo– y otros artistas que, cuando vienen a Ciudad de México a principios del siglo XX, van a cambiar las maneras de la Academia de San Carlos”.

La especialista recordó en entrevista que Montenegro y Diego Rivera, quienes iniciaron con sus trazos el movimiento muralista, compartieron aulas en San Carlos: “Ahí, al final de cada curso, hay un concurso para ver quién se va pensionado a Europa. Quien ganó el concurso fue Roberto Montenegro, no Diego Rivera. Es el artista que está siguiendo las formas de la Academia, el dibujo, la línea y los temas. Él es el premiado y se va. Diego después conseguirá también irse, pero por otros medios”.

Orígenes

Durante su estancia en Europa, apuntó la colaboradora del Instituto de Investigaciones Estéticas, Montenegro visita algunas de las capitales más famosas de aquel continente, en las que desarrolla un gusto especial por el art nouveau y las líneas ondulantes, elementos centrales de su obra artística.

El pintor también realizó sus primeros murales en aquellas tierras; en 1917 le es encomendado decorar uno de los salones del Círculo Mallorquín –un edificio ubicado en Palma de Mallorca, España–. La obra conocida como Alegoría de las Baleares muestra algunos de los rasgos que Montenegro usará en su regreso a México, en específico su gusto por retratar los tipos populares.

Ese gusto por lo popular, comentó Rebeca Barquera, “es lo que va a llamar la atención de José Vasconcelos para invitarlo a representar los tipos nacionales a partir de figuras alargadas, que mezclan las formas europeas con características cercanas al arte popular. Él, como originario de Jalisco, se interesa por las artesanías de Tonalá, va a estar involucrado también en el fomento para crear esas piezas y lo va a retratar en su producción. El primer mural, El árbol de la vida, está hecho al temple, una técnica tradicional, y ahí conjunta figuras fitomorfas y algunos animales que recuperan las formas de las artesanías”.

“Acompañado de Jorge Enciso –también de Guadalajara– y Javier Guerrero –que no es de Guadalajara, pero lo conocen allá– van a conjuntar la pintura con el azulejo, con el vitral y forman toda una propuesta en la Sala de Discusiones Libres, espacio que fue –el templo de San Pedro y San Pablo, mismo lugar donde se encuentra La fiesta de la Santa Cruz–. Estos primeros murales de Montenegro están relacionados no sólo temáticamente, sino también espacialmente”, complementó la experta.

El mural

El Ex-Colegio de San Pedro y San Pablo fue construido en 1572 y actualmente alberga el Centro Nacional de Conservación y Registro del Patrimonio Artístico Mueble. Es en sus paredes que Montenegro pintó La fiesta de la Santa Cruz que, como su nombre indica, tiene como tema central la festividad que celebran los trabajadores de la construcción entre el 27 de abril y el 4 de mayo.

La elección de la temática no fue fortuita y representa las ideas que bullían en el país tras el periodo revolucionario. Así lo explica Rebeca Barquera: “Varios críticos, que escriben en los treintas, establecen que el tema del programa general del cubo es la reconstrucción de la nación por los obreros y albañiles. Hay un tema latente: el de la arquitectura y cómo un artista plástico se posiciona ante las discusiones que hay sobre la arquitectura de esa época. No saben si van a recuperar formas prehispánicas –porque empiezan a mezclar cosas mayas con mexicas y distintas culturas–, o van a recuperar la arquitectura colonial –que es la tendencia de Vasconcelos– u otros artistas e industrias –como Federico Sánchez Fogarty, la empresa Tolteca y la revista Cemento, que es más bien pensar en la materialidad de la modernidad–”.

Entre las figuras y elementos que pueden apreciarse en el mural se encuentran un soldado, un campesino y un obrero en la zona inferior izquierda; junto a ellos es posible observar a una mujer –quien porta el escudo de la Universidad– interactuando con una niña –le entrega un libro–; a ellas les acompañan otras tres mujeres –representantes de las artes–; y en la parte superior se encuentran los retratos de dos historiadores: Artemio del Valle Arizpe y Francisco de Icaza.

A esos componentes de la pieza, la también profesora de la Facultad de Artes y Diseño añadió los siguientes: “Está el propio autorretrato de Montenegro, con un overol de mezclilla como obrero; Javier Guerrero, que ayudó en este mural, aparece como campesino vestido de manta; al lado está el albañil dirigente de la construcción y todo está lleno de cimbra, de distintos elementos de madera que simulan una escenografía, dan una sensación espacial a este primer mural”.

“En La fiesta de la Santa Cruz había un retrato de Vasconcelos, lo retrata el artista sosteniendo un estandarte de la Universidad –símbolo/escudo de la Universidad que va a proponer Vasconcelos como rector–. Hoy lo que podemos ver es el retrato de una mujer, ella sostiene el escudo de la Universidad. No sabemos, desafortunadamente, en qué momento se dio el cambio, pero es probable que, haya sido una destrucción contemporánea a la realización de la pintura de los otros paneles en 1930. Para tirar un fresco hay que picar el muro, quitar esa última capa de pintura y volver a pintarla. Es posible que la modificación se deba a razones políticas, como la fallida campaña de Vasconcelos para ser presidente, quizá por las distintas disputas que va a tener con Plutarco Elías Calles. No está claro, pero es una modificación que tiene ese espacio y que trata de borrar a quien encomendó el mural”, señaló y agregó:

“Las figuras del primer plano, además de los retratos de los artistas, son alegorías de la cultura occidental, de la educación. Podríamos pensar que el que se vuelva una mujer –en el modernismo se utiliza mucho a la mujer como alegoría de algo más– la convierte en la nación mexicana sosteniendo a la Universidad, es todo en un discurso preautonomía”.

Indispensable

“Este año se están celebrando los cien años del muralismo y se pone al inicio la pintura de La creación de Diego Rivera y Montenegro con El árbol de la vida. Pero ese mural no estuvo solo en su proceso de creación. Pensemos que empezó a ser planeado en 1921 y se inauguró hasta 1923, mismo año en el que también está pintando La fiesta de la Santa Cruz”, puntualizó Rebeca Barquera Guzmán.

La especialista argumentó que “es muy necesario estudiar estos murales de manera conjunta, no se entiende El árbol de la vida con estas alegorías –el San Sebastián– sin ver la contraparte de La fiesta de la Santa Cruz. La idea de la intelectualidad o la recuperación del pasado colonial. Se están proponiendo distintas tendencias de la cultura mexicana desde la Universidad Nacional y desde la Secretaría de Educación Pública”.

Para finalizar, rememoró que “en esta recuperación que se está haciendo de los murales de la Universidad, ¿por qué incluir estos? En un inicio formaron parte del programa del Anexo de la Escuela Nacional Preparatoria, donde estudiarían los de primer año. El asunto fue que, en 1926 se pasa una ley federal que inventa la educación secundaria y ese espacio se transforma, de preparatoria a escuela secundaria. En 1929, con la autonomía universitaria, ese lugar se queda como parte de la Secretaría de Educación Pública y mientras la Sala de Discusiones Libres se mantiene como espacio de la Universidad. Por eso hoy permanece como Museo de las Constituciones y el otro ha pasado por distintas dependencias federales. En realidad, los dos fueron parte del mismo programa, del mismo proyecto. Montenegro está en el claustro, en la sala y en el cubo de la escalera, igual que Enciso y otros artistas”.

Estos murales “Son importantes porque Montenegro no es artista patrimonial, pero es una figura relevante para el diseño del imaginario posrevolucionario y una propuesta diferente a la que se va a imponer de Diego Rivera. Hay una intención mucho más decorativa, no monumental como la de Diego Rivera, es otra propuesta del muralismo mexicano que merece también ser estudiada y por eso, permanecer”, aventuró.