Sonidos como los de los tambores, el del “organillero”, los “pregoneros”, así como las trompetas, violines, guitarras y guitarrones de los mariachis, o las marimbas; maracas, pianos, guitarras eléctricas, baterías, órganos y sintetizadores, entre muchos otros, que se escuchan a lo largo y ancho del país en las calles, mercados públicos, en las fiestas de los pueblos y ciudades, y hasta en los desfiles escolares y militares, han formado parte del paisaje sonoro de México desde tiempos inmemoriales.
En toda sociedad la cultura es importante, porque en ella se plasma la identidad de una nación, y hacer un recorrido por los 200 años del México independiente obliga a la consulta de expertos que nos guíen por un rápido recuento de esos dos siglos en el cual se refleje la pluralidad nacional en lenguas indígenas, tradiciones, comidas y, por tanto, musical. México es tan diverso en su geografía interna y cultural, que impide hacer referencia a una población de una sola identidad.
“Hay muchas músicas, así como muchos méxicos; en dos siglos se halla una gran riqueza de música y sonidos, no sólo de pueblos originarios. Existen, incluso, lugares en la costa de Michoacán en donde la gente sigue interpretando la música de acuerdo a prácticas del siglo XVI”, declaró Lucero Enríquez Rubio, investigadora del Instituto de Investigaciones Estéticas (IIE) de la UNAM.
La música mexicana es el jarabe, los sones, los tríos, las jaranas, el mariachi, el pop y el rock, ya que con la globalización los distintos géneros ahora forman parte sustancial de la vida musical de nuestro país. “Esta bella arte es un periscopio maravilloso para conocer a la sociedad… dime qué escuchas y te diré quién eres”, manifestó.
Al respecto, Theo Hernández Villalobos, consejero artístico de la Academia de Música del Palacio de Minería de la UNAM, agregó que la pluralidad de músicas a lo largo de la historia de México es necesario abrazarla y atesorarla porque da un entorno cultural propio muy rico, a pesar de la influencia que ha llegado de otros países.
Paisajes sonoros
Algunos tipos de sonido que se tenían hace 200 años perviven y se usan en la actualidad, como la expresión: “¡aguas!”, que originalmente surgió para avisar cuando los orines se aventaban por la ventana.
Hernández Villalobos comentó que para el compositor canadiense Raymond Murray Schafer, los “paisajes sonoros” son todos aquellos sonidos que están en un lugar determinado y que le dan identidad; por lo que hablar de uno de éstos de la Ciudad de México, por ejemplo, involucra sonidos específicos que provocan una evocación de ella, desde carretas y caballos, hasta bocinas, sirenas y vehículos.
“En el México del siglo XIX se escuchaban sones, personas cantando con guitarras, cantos religiosos y hasta el repique de campanas, que era un medio de comunicación para anunciar cuando el virrey iba a la catedral o cuando llegaba la flota de España; y no por nada la Campana de Dolores es un símbolo patrio, ya que Miguel Hidalgo y Costilla la usó para llamar a la gente a levantarse en armas”, afirmó Enríquez Rubio.
Murray Schafer también hablaba de un “paisaje sonoro temporal”, en el que se ubican sonidos en un periodo. Existen algunos que perviven, como en el ámbito rural donde hay caballos, vacas o gallos; el sonido urbano es quizá el que más ha cambiado por el desarrollo de las ciudades, y se pueden dividir en público y privado.
“Lo privado serían los ambientes dentro de una casa, en el siglo XIX se escuchaban pianos que eran tocados por mujeres, principalmente, que correspondían a una clase media emergente y a la clase alta; hoy en día no es común escuchar en los hogares valses o polkas. La parte pública es el sonido de la calle, actualmente identificamos los timbres de los teléfonos celulares, además de la música de concierto”, aseveró Hernández Villalobos.
Origen de la música en México
Al hablar de música prehispánica, Hernández Villalobos, también investigador de la Fonoteca Nacional, comentó que se ha estudiado mediante pinturas murales de desfiles de músicos, y los testimonios de los cronistas, de donde se concluyó que había gran musicalidad en los pueblos mesoamericanos; sin embargo, partituras de esa época como tal no existen porque la música no se escribía. Incluso Bernal Díaz del Castillo decía que este arte era parte fundamental de la ritualidad de los mexicas.
“En el tiempo de la Conquista, los frailes se dieron cuenta de que los indígenas eran grandes músicos en potencia, por tanto la nueva religiosidad se implementó a través de la música. Así fue como hubo grandes centros musicales en las catedrales, como en la de Oaxaca, Puebla y Ciudad de México, donde ahora se conserva una riqueza documental de partituras”, subrayó.
En tanto, para la coordinadora del Seminario de Música en la Nueva España y México Independiente de la UNAM, las catedrales fungían como centros civilizatorios de la Corona española, como centros de cultura hispana y de dominación, porque desde ahí se ejercía el control y el poder. Aquí se podía apreciar la pintura, la escultura, el grabado y la música, ahí es donde los estudiosos han hallado acervos que contienen libros y “papeles de música” en los que se encuentra lo que en aquella época se escuchaba en México, como el canto llano (conocido como canto gregoriano) o la música “concertada”.
“A través de los acervos documentales sabemos que había polifonía, marchas militares, valses para piano, canciones devocionales y en sí, mucha música con influencia europea o de plano europea. Como parte de nuestro Seminario, hacemos interpretaciones históricamente informadas que nos ayudan a darle vida nuevamente a esa música”, reveló la experta.
A partir de estos hechos, los expertos mencionan que se pueden encontrar grandes relaciones entre la música europea y la que comenzó a hacerse en la Nueva España. Aunque hubo creaciones individuales importantes, la que se le consideró “mexicana”, estaba influenciada básicamente por lo que estaba de moda en Europa.
“Con el concurso para elegir el Himno Nacional en 1853, se esperaría escuchar algo que realmente fuera nacional, pero muchas de las piezas participantes parecen arias italianas o zarzuelas. Evidentemente toda esa música es mexicana, porque fue hecha para mexicanos sobre un texto mexicano, aunque finalmente haya ganado un catalán, pero aún no tenía una característica que la distinguiera como música mexicana”, declaró el especialista en música de concierto.
A finales del siglo XIX, Manuel M. Ponce, padre del nacionalismo mexicano, empezó a estudiar y a desarrollar teorías acerca de lo que era la gran música y lo que se escuchaba en el país. Él creía que los músicos nacionales no debían avergonzarse de sus raíces folklóricas, por lo que hizo arreglos de canciones populares mexicanas y las revistió con lo que pensaba era lo ideal para introducir temas autóctonos. Los primeros compositores que abrazaron la causa fueron Ponce, Carlos Chávez (su alumno) y Silvestre Revueltas.
Chávez propuso una política de Estado tendente a crear un nuevo arte a partir del impacto social y cultural de la Revolución: el nacionalismo. A partir de aquí se tuvieron claros acentos mexicanos en la música, que formaron nuevos programas en el Conservatorio Nacional de donde emanaron los compositores que consolidaron el nacionalismo: Moncayo, Galindo, Contreras y Ayala.
Otra música que escuchan los mexicanos
De acuerdo con Velia Nieto Jara, en su publicación “La forma abierta en la música del siglo XX”, hacia la segunda mitad del siglo XX, la música en México experimentó tendencias de continuidad y ruptura del nacionalismo musical que originaron la pluralidad y el florecimiento de corrientes diversas, de acuerdo con los ambientes sociales y las necesidades o preferencias individuales.
Después de la Independencia de México, el estilo “norteño” tomó popularidad en la parte norte del país, introdujo el acordeón, evoca a la fiesta y se relaciona con la polka y el corrido, que surgió durante la Revolución Mexicana con el fin de narrar historias o hechos.
La banda o tambora sinaloense se caracteriza por la combinación de corridos, polkas y huapangos y “El Recodo”, banda formada por Cruz Lizárraga, se considera como la pionera del género.
La ranchera, que se debe al conjunto de la cultura del folklor nacional, tuvo gran apogeo durante la época dorada con cantantes y compositores como Pedro Infante, Jorge Negrete, José Alfredo Jiménez, Tomas Méndez o Cuco Sánchez, tradición a la que se sumaron entre muchos otros Luis Aguilar, Vicente Fernández, Lola Beltrán, Lucha Villa, Las Hermanas Huerta, Javier Solís y Antonio Aguilar, entre otros máximos exponentes.
Sin embargo, también en el país se dio la atracción hacía tendencias internacionales, como el danzón, en el que se presentan orquestas en vivo para que la gente baile; el bolero, en el que Agustín Lara aparece como su principal exponente y ulteriormente los “tríos”, famosos por usar instrumentos de cuerda; la salsa, que se tocaba por muchos interpretes cubanos, caribeños, colombianos y venezolanos.
Conocida originalmente como “música tropical”, la cumbia es mezcla de ritmos del son cubano, el porro caribeño, la rumba y el mambo; la balada, que son “covers” en “tu idioma” con melodías de amor-desamor, herencia aceptada hoy en día por el pop mexicano.
La periodista mexicana Ana Cecilia Pujals Acevedo comenta que en la década de los 40 es la época de oro del cine mexicano, donde la música era fundamental para que los artistas entraran en el gusto popular.
A lo largo de la década de los años 60, la mayoría de intérpretes famosos de baladas mexicanas como Angélica María y Enrique Guzmán dieron un giro al rock and roll, proveniente de Estados Unidos y la Gran Bretaña, dando paso a los grupos mexicanos como El Tri, Tequila, Peace and Love, Dug Dugs y los Hermanos Carreón; a ellos se les une el rock alternativo, todo aquello que no sonaba a rock no convencional con bandas como Caifanes, Café Tacvba, Maldita Vecindad o Molotov, entre otros grupos musicales urbanos.
En la actualidad, la música en el país es tan diversa como el colorido del territorio nacional, donde se puede encontrar el mariachi, considerado el género más representativo de México a nivel global, ya que se escuchan y encuentran en casi todos lados. En la capital del país, según datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía, alrededor de 800 personas se dedican a esta actividad.