• 17 noviembre, 2024 4:58 am

RECOMENDACIONES EN EL CUIDADO DEL PACIENTE CON PARKINSON.

porRedacción

Abr 12, 2021

Por su incidencia, el Parkinson es la segunda enfermedad neurodegenerativa (detrás del Alzheimer) más común del mundo y está muy relacionada con el envejecimiento al ser más común en personas mayores de 60 años, por lo que es muy importante que además de algún tratamiento farmacológico, se lleve a cabo terapia física, que ayudará a conservar la actividad motora, mejorar la postura y marcha y, así evitar la inmovilidad y la dependencia, informó la Secretaría de Salud.

 

Hasta el día de hoy el Parkinson no tiene cura; sus síntomas aparecen poco a poco y pueden ser: temblor en reposo; rigidez; lentitud de movimientos; alteración del equilibrio. Esta enfermedad posiblemente detone la depresión del enfermo y de su núcleo cercano.

 

El control del Parkinson depende mucho del apego farmacológico y de la implementación de terapias físicas y emocionales. El neurólogo es quien puede prescribir el tratamiento más adecuado de acuerdo con la edad y actividades de cada persona, con el fin de lograr una mayor adherencia terapéutica. Además del tratamiento farmacológico, el paciente debe llevar a cabo una terapia física, como puede ser gimnasia, fisioterapia, natación y caminata, que contribuirán a conservar la actividad motora, evitar la inmovilidad y la dependencia.

 

Sin embargo, no se debe olvidar la importancia del autocuidado tanto del paciente como de quien se dedique a cuidarle. Un cuidado excesivo del paciente podría limitar su iniciativa y esfuerzo para satisfacer su propio autocuidado.  La dependencia de Salud recomienda cuidar, apoyar y ayudar a su familiar pero se debe evitar la sobreprotección y no suplirle en lo que él pueda hacer.

 

A medida que el Parkinson evoluciona el grado de incapacidad del paciente y la necesidad de un cuidado más exhaustivo podría hacerse más patente. En estos casos, nos tendríamos que plantear si en casa tenemos barreras arquitectónicas que impidan la movilidad de la persona afectada y su posibilidad de desarrollar una vida adecuada.

 

Se consideran barreras arquitectónicas, por ejemplo, no tener ascensor para acceder a casa, obstáculos en el suelo con los que se pueda tropezar, como objetos o alfombras, puertas o pasillos muy estrechos, suelos deslizantes, bañera en lugar de regadera, un baño con un difícil acceso, transportes públicos no accesibles o muy alejados de su zona de residencia, etc.

 

La movilidad limitada del paciente puede requerir de adaptadores o de ayudas para suplir el déficit y mejorar su autonomía, de este modo, el paciente no se convierte en un receptor de cuidados pasivo; además, se debe valorar la posibilidad de adquirir camas articuladas, andadores, muletas, bastones, sillas, accesorios para facilitar las actividades de la vida diaria y el cuidado.