La tolerancia no es una indulgencia ni es indiferencia, sino respeto y entendimiento de que las diferencias en cultura, formas de expresión y creencias nos enriquecen. Es decir, es un primer paso para construir la democracia.
Así lo asegura el académico de la Facultad de Psicología de la UNAM, Claudio Arturo Tzompantzi Miguel, con motivo del Día Internacional por la Tolerancia, que se conmemora el 16 de noviembre. Esta celebración fue instituida por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en 1996, con el fin de buscar la comprensión mutua entre las culturas y los pueblos.
“Algo fundamental en este día es el respeto a la otredad, a la diferencia, lo que nos hace una sociedad más equitativa, plural y democrática, y es una de las tareas más importantes de la vida: aceptar la diferencia”, señala.
Más que una aceptación pasiva del otro, es comprender cómo se desarticula la intolerancia que adquiere formas de injusticia, violencia, discriminación, marginación, etcétera.
La tolerancia, agrega el universitario, está enmarcada por preceptos como justicia, no violencia, compasión -es decir, que todo el mundo esté libre de sufrimiento-, la creación de comunidad.
Estos principios son fundamentales hoy que las sociedades sufren una polarización a partir de ideas, creencias y valores, por conceptos como raza, clase, género, orientación sexual para calificar a los “otros”.
Mente cerrada
“Todos, todas, todes somos, en algún momento, un otro. Estas ideas y creencias hacen pensar que unos somos más que otros y así se crean diferencias, condiciones de desigualdad, valores, actitudes que tenemos hacia la otredad.
“Por ejemplo, ante la migración, pensamos que esos otros vienen a robarnos algo propio: nuestro trabajo, la tierra, nuestra cultura y entonces tenemos una idea de que son nuestros enemigos. Al verlo así -que es una forma de intolerancia-, negamos también que su diferencia puede ser enriquecedora”, explica el experto en temas de derechos humanos y género.
Actualmente los problemas de intolerancia tienen que ver con la discriminación, el odio hacia las mujeres, la homofobia -aversión hacia cualquier otra identidad sexo-política que no sea la heterosexual-, el nacionalismo exacerbado.
El universitario detalla que en nuestro país son preocupantes los problemas por cuestión de género. Por ejemplo, en el caso de ellas se piensa que su lugar es el hogar, que deben ser madres, sumisas y cuando rompen con ello hay intolerancia, violencia pues no se acepta que puedan ser iguales al otro.
Están también los problemas raciales. Aunque la mayoría de la población en México es morena, persiste la visión de que a quienes les dan los trabajos y brindan oportunidades es a las personas de tez blanca.
De acuerdo con la Encuesta Nacional de Cultura Cívica 2020, 73.3 por ciento de los mayores de 15 años considera que la clase social es el principal motivo de discriminación en nuestro país.
Además, 24.2 por ciento dijo que no le rentaría un cuarto a una persona con VIH-Sida; 24.2 por ciento a un inmigrante; 22.5 a un gay o lesbiana y 16.4 por ciento a alguien de un partido político distinto al de su preferencia.
De igual forma, 11.5 por ciento de los encuestados no le rentaría a una persona de una religión distinta; 6.5 por ciento a un adulto mayor; 6.2 por ciento a una persona con discapacidad; 5.5 por ciento a quien tiene la piel morena; y 5.4 por ciento a un indígena.
“La intolerancia la podemos entender como una mente cerrada, que no es plural, que tiene miedo a ver la diferencia o no sabe qué hacer con ella. Estas mentes cerradas producen y reproducen estas ideas de ver al otro como enemigo, pero hoy nada es cerrado, todo es abierto y cambiante”, asevera el académico.
Detalla que la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) establece varios aspectos para trabajar a favor de la tolerancia. Uno es contar con un marco legal que busque la igualdad entre hombres y mujeres, que proteja los derechos indígenas, de grupos desfavorecidos. “Que tengamos una normatividad que nos invite a pensar que esa diversidad nos hace más democráticos”.
Construir democracia y paz
La educación también es crucial, pues si la intolerancia surge de mentes cerradas que adoptan ideas y creencias como verdades absolutas, debe fomentar el cuestionamiento de esas creencias, así como la escucha al otro.
Además, inculcar no dañar a los otros por ningún motivo. “Es darnos cuenta que el otro es digno, es una vida que vale igual que la nuestra y que las personas siempre estamos en convivencia”.
El acceso a la información es importante para que la población cuente con datos veraces, oportunos, relevantes, que le permita romper con ideas y creencias que generan intolerancia, a fin de construir democracia y paz.
“También está la toma de conciencia, lo que hacemos individualmente: qué opino de las mujeres siendo hombre y de la violencia que están viviendo; qué opino de la diversidad sexual y de género que cada vez conocemos un poco más y va más allá de una supuesta naturaleza y heterosexualidad; cuál es nuestra actitud sobre el racismo y el clasismo. ¿Una persona vale por sus pertenencias, por cómo viste o su tono de piel?”, cuestiona el académico.
La Declaración de Principios sobre la Tolerancia enfatiza que esta no es solo un deber moral, sino un requerimiento político y legal para los individuos, los grupos y los Estados. La sitúa en el marco del derecho internacional sobre garantías fundamentales, elaborados en los últimos 50 años, y pide a los Estados que legislen para proteger la igualdad de oportunidades de los grupos e individuos de la sociedad.