El principal reto de la pospandemia será reactivar la actividad económica nacional, reducir el porcentaje de la población que vive en pobreza y pobreza extrema, y repartir los ingresos de manera más justa, desafío que la emergencia sanitaria agudizó y dejó al país con menos recursos para enfrentarlo, afirmó el exrector de la UNAM, Francisco Barnés de Castro.
Al dictar la conferencia a distancia Retos y oportunidades del sector energético, como parte de las actividades del Foro 20-20 “La nueva realidad tras la pandemia: retos y perspectivas”, consideró que, además, el compromiso es mayor porque también se deben conciliar las inversiones pública y privada.
Se requiere restablecer la confianza del sector privado y de los inversionistas internacionales, a fin de que el Estado mexicano obtenga los recursos necesarios para el crecimiento y las inversiones de las empresas públicas, añadió en el acto organizado por Fundación UNAM.
Lo anterior pasa por restablecer el equilibrio adecuado en la política energética nacional, donde adquiramos confianza en las reglas del juego con las que debe participar el sector privado, donde se tiene un espacio indudable que atender, si queremos avanzar para satisfacer las necesidades que México tiene en la materia.
La energía juega un papel fundamental para la economía del país; sin inversión pública y privada no habrá suficiente abasto, o el sector tampoco será suficientemente atractivo y competitivo, además las inversiones se irán a otros países, opinó el doctor en Ingeniería Química.
Barnés de Castro subrayó que la soberanía nacional y la seguridad energética tienen interpretaciones ideológicas diferentes. Pensamos que perdemos soberanía porque tenemos que importar una parte de los combustibles líquidos que requiere el país; “pero nadie ha dicho una palabra de que la perdemos porque estamos importando 95 por ciento del gas natural que consume la Comisión Federal de Electricidad y la iniciativa privada, combustible que requieren para generar electricidad y ser competitivos a nivel internacional”.
México depende excesivamente de energías fósiles, con más de 90 por ciento en el consumo. Además, es importador neto de energía, lo cual puede generar riesgo político para el país en algún momento, enfatizó.
Entre los retos del sector, consideró Barnés de Castro, están: impulsar medidas de uso eficiente de energía, particularmente en las entidades del sector público, como Pemex y CFE –que representan 75 por ciento del consumo de energéticos industriales del país– y que se han quedado rezagadas en la actualización de sus sistemas y plantas. De igual modo, se requiere fomentar el transporte eléctrico, público y privado.
Al referirse a las oportunidades que tiene el país, mencionó el gran potencial de energías renovables para diversificar la matriz energética: sol, viento, agua y geotermia.
Además, suficientes reservas de gas natural para reducir la dependencia del exterior y garantizar eventualmente el abasto nacional. “Hace falta inversión en los yacimientos de gas no asociado, y Pemex no tiene los recursos para invertir. O seguimos dependiendo de Estados Unidos para la importación de gas, o aprendemos a coexistir con el sector privado para que haya inversiones en la producción de ese energético en el territorio nacional”.
En cuanto al petróleo, aseveró que los desafíos son que la producción va en declive y que en el mediano plazo se reducirán los mercados actuales porque los clientes tienen compromisos más serios y ambiciosos que los nuestros para reducir su impacto ambiental. Debemos prepararnos para ese momento.
En el corto plazo se debe ampliar la producción de petróleo para abastecer a la economía del país, en aguas profundas, yacimientos no convencionales y maduros, para lo cual Pemex no tiene tecnología ni capital suficiente, por lo cual hay que encontrar la manera de hacerlo en asociación con la iniciativa privada, dijo.
Al hablar del sistema nacional de refinación, el exrector señaló que es ineficiente y obsoleto; diseñado para operar con crudo ligero, hoy opera al 40 por ciento de su capacidad, pierde dinero y lo seguirá haciendo si no se moderniza, de modo que se debe dejar de exportar ese tipo de crudo y utilizarlo en nuestras refinerías, incluso importar más y exportar el crudo pesado. Eso permitiría producir más diésel y gasolina.
En cuanto al gas natural, Francisco Barnés planteó que su uso es preferible en costo y en impacto a la salud y al medio ambiente, que cualquier otro combustible fósil. Sus precios son competitivos, incluso cuando se comparan con los de Estados Unidos, y se cuenta con suficientes reservas para garantizar el suministro futuro. No obstante, una vez más hay falta de capacidad económica de Petróleos Mexicanos y barreras a la participación de la iniciativa privada para, por ejemplo, desarrollar reservas no explotadas.
Finalmente, en el rubro de electricidad comentó que México tiene la oportunidad de optimizar y modernizar su sistema eléctrico mediante el impulso a las energías limpias, repotenciando las centrales hidroeléctricas y al ampliar y reforzar la red de transmisión. También propuso acelerar la salida de centrales obsoletas que operan con carbón y combustóleo.